Una mica d'història

 Anna Maria Garcia, experta en objetos de mimbre. Cruza la puerta del número 15 de la calle Banys Nous, al lado de la iglesia del Pi, es penetrar en el universo del mimbre. Uno encuentra cientos de cestos de todas las formas y medidas, sillas, biombos, arcones, balancines y un sinfín de objetos fabricados con este producto tan resistente y decorativo. El local está regentado por Anna Maria Garcia y su hermana Maria –de ahí que la tienda se llame Germanes Garcia– y su historia se remonta a

1911. Se iniciaron en el negocio a mediados de la década de los 60, cuando fue traspasado a su padre, hasta el momento encargado de la tienda, que era

propiedad de la familia Espinosa. Hace unos años, la aparición masiva del plástico puso en serio peligro el negocio. «Aguantamos y al final la gente volvió al mimbre, al darse cuenta de que es un material muy duradero», explica Anna Maria Garcia. Material de utilidad Aunque el mimbre es un objeto muy decorativo, la propietaria de Germanes Garcia sostiene que «la gente lo adquiere más por su utilidad que por su belleza». Así se explica, pues, que el producto estrella, el que más se vende, sean los cestos para la ropa Media vida dedicada a la venta de objetos de mimbre dan para muchas vivencias. Anna Maria recuerda, por ejemplo, el día que le encargaron una cesta para pescado gigante.

Encargo de altura «Era para la giganta de la barcelonesa, que representa a una pescadera. Tuvimos que encargar su fabricación porque evidentemente no las había de ese tamaño en el mercado», relata. Múltiples han sido los clientes

ilustres del establecimiento, pero uno de los más fieles ha sido Johan Cruyff.

«Vino por primera vez cuando fichó como jugador del Barça para amueblar su casa, y volvió como entrenador», explica Anna Maria. «Un día –continúa– vino con su esposa a comprar sillas y otros objetos que necesitaban para una cena que iban a dar en su casa. Poco a poco la gente que pasaba por la calle se fue dando cuenta al verlos a través de los escaparates. Al final, teníamos la tienda totalmente rodeada de aficionados y Cruyff no pudo irse sin firmar un montón de autógrafos».